Dr. Harold Lozano Perdomo
Un gran amigo de la casa. Ésta nuestra casa de Fiscales, llamada Asociación; nos enseñó en uno de sus escritos, que “…La ética del servidor público debe estar orientada por la honestidad, lo cual se traduce en rectitud y honradez en el obrar…”; orientación que tomó su mayor fuerza y nos obligó a su mejor reflejo, en la labor que debimos desarrollar durante esta penosa y tan extensa temporada de pandemia. No es de menor relevancia, la obligación que nos surge, con carácter prioritario, de sentarnos a charlar, sobre los efectos generados en nuestra cotidianidad laboral, especialmente en la provincia.
Una primera lección, parece haber sido, el descuido frente a la situación de los funcionarios de las capitales y grandes unidades de país, en facilitar y aumentar la habilidad de incorporarnos al mundo de los sistemas, las telemáticas, el internet y todas y cada una de las posibilidades tecnológicas que nos acompañaban, pero de las que sentíamos, no requeríamos.
Por eso fue tan difícil y duro para muchos, lograr el acople con las audiencias virtuales, la incorporación de pruebas vía internet o escaneada, nuestro viejo amigo el celular que tanto nos ha acompañado y tanto utilizamos, nos hizo saber, y de qué manera, que su multifuncionalidad iba más allá de las simples llamadas, las múltiples fotografías y el valioso WhatsApp. Su grito nos motivó obligatoriamente, a entender que por su conducto se podía realizar audiencias virtuales, reuniones con muchas personas y que también nos podía ayudar a incorporar pruebas en un juicio y si era del caso, remitirlas a un correo o incluso ordenar su impresión.
Pero fue esa pandemia, la que no solo nos obligó a matricularnos en el manejo de los sistemas y la virtualidad, sino aquella que evidenció nuestro compromiso profesional, laboral y de solidaridad, lo que otrora resaltábamos como ética laboral.
Nuestro trabajo en provincia, al no dimensionar la magnitud de las implicaciones de lo que es trabajar en casa, generó nuevas necesidades. Es así como, nos vimos avocados a ayudarnos y apoyarnos unos con otros. Era el “yo te enseño”, “Comparto esto que aprendí”, “Tú me enseñas”, “Compartes esto que aprendiste”. Esto refleja nuestra solidaridad, en mayor medida en las unidades de provincia, obviamente lejanas a las grandes ciudades, donde ya no son treinta, cuarenta o cien compañeros, sino que todo lo vemos reducido al fiscal con su asistente y en algunas oportunidades, con otro compañero auxiliar de la oficina.
Es necesario resaltar, que el servidor público es el llamado a observar y desarrollar sus funciones de manera pulcra y orientadas al beneficio del interés colectivo. En esta temporada de pandemia, fueron las unidades de provincia quienes, con dos o tres funcionarios, considero sin temor a equivocarme, se vieron obligados a desarrollarlas. No quiere decir, que en las grandes capitales o unidades nacionales no se fortalecieran, por el contrario, lo que si se resalta es que, a mayor número de funcionarios, mayor es la fuerza de la solidaridad encontrada.
Somos los funcionarios de la Fiscalía los llamados a cumplir con diligencia, eficacia e imparcialidad, el servicio que nos fue encomendado. Esta temporada de pandemia nos brindó el mejor momento para demostrarlo. A fe que se hizo así. Muchas entidades o instituciones, cerraron sus puertas para los usuarios queriendo – en su derecho- protegerse del virus. Prefirieron esperar para retomar sus actividades. Nosotros en la fiscalía, nunca lo hicimos. Siempre atendimos las investigaciones a nuestro cargo con toda la diligencia, atendiendo actos urgentes, recaudando elementos materiales probatorios, evidencias físicas, entre otros actos de investigación; apoyándonos de las herramientas tecnológicas que “como viejas amigas” se convirtieron en nuestras mejores aliadas.
Por eso, en criterio de este servidor, igualmente debe surgir un nuevo compromiso tanto institucional como personal, fundado en esos principios de solidaridad, para que en futuras situaciones (que no se dejan de avizorar), podamos nuevamente volver a responderle a la comunidad y nuestro servicio continúe siendo uno de los mejores, no solo para el beneficio, de la Fiscalía General de la Nación, sino incluso en nuestro aspecto personal y familiar.
Desde la Asociación Nacional de Fiscales, hemos jalonado los procesos, para exigir aumentar esas miradas de apoyo y solidaridad a la provincia y a sus funcionarios. No en vano, uno de nuestros objetivos fue, es y seguirá siendo el de liderar y auspiciar las tareas institucionales tendientes al mejoramiento del servicio judicial, de la salud ocupacional, bienestar social y de calidad de vida de los Fiscales, que dicho sea de paso, lleva implícito el de sus compañeros de labor cotidiana.
Es el momento no solo para entender, que la pandemia no ha culminado, igualmente que los compañeros que no pudieron superarla requieren ser relevados por otros quienes también necesitan de nuestra solidaridad. Urge entonces, ese cambio de mentalidad y que nos quede claro que “… Ya no es darle a otro lo que a mí me sobra, sino el de darle al otro lo que el necesita y yo le puedo y debo brindar”, con eso avanzaremos mucho y este es uno de los llamados desde la Asociación.